lunes, 23 de septiembre de 2013

Reflexiones sexo-literarias y otras cosas que pasan en la sala de espera del médico

Buenas a todos y todas. Hoy no creo que pueda excederme demasiado, ya que, de un momento a otro, la gente se arremolinará en mi salón para desear un feliz cincuenta y... cumpleaños a la mujer que me dio la vida. Pero no quería dejar pasar la oportunidad de soltar las polladas que se me están pasando ahora mismo por la cabeza. Más que nada por preguntaros también a vosotros si las pensáis o soy sólo yo, que estoy más p'allá que p'acá, que vale, todos sabemos que sí, pero todo tiene un límite.

Mi reflexión del día es: "¿De verdad vende tanto el porno, el erotismo, el sado, vamos, el sexo en la literatura moderna?". Pues, a mi entender, la respuesta es sí. Ni Dios se salva de haber leído la trilogía de Christian Grey, por ejemplo. Y ahora muchos diréis "oh, oh, yo no la he leído", pero, amigos, ¿a qué sabéis perfectamente de quién estoy hablando? ¿Y de que van a hacer una película de ese truñaco de historia que, por cierto, me enganchó hasta el punto casi bestial de quedarme sin vida propia? 

Pues eso, que sí, que el sexo en los libros vende, pero, amigos, una cosa es leerlos y otra, muy diferente, escribirlos. Y pensaréis que por qué peinetas os estoy explicando esto. Bien, pues porque hoy tengo un día muy ajetreado sexual-literariamente hablando.

¿Por qué? Pues lo primero es porque, esperando en la sala del médico que me suele atender, porque me ha salido un puto orzuelo del tamaño de un oso, me he llevado un libro. Y no, no el de Grey, sino una trilogía que también se está haciendo bastante conocida. Voy ya por el segundo libro ('Reflejada en ti'), pero ni siquiera me acuerdo de cómo se llama el primero. Una historia que no sabría describiros, más allá de que son una pareja con bastantes traumas infantiles que solucionan todos su problemas (que no son pocos) follando. Y sí, suena fuerte la palabra, pero es que no me sale decir otra. Porque se querrán y todo el paripé, pero fornican como conejos en la historia. De hecho, es lo único que hacen. Y si encima cada vez que lo hacen, es decir, unas cuatro veces por página, la palabra SEXO está en mayúsculas, pues claro, al final la señora que está esperando a tu lado (matizo: la puta señora cotilla) acaba echando un ojo al libro. Y dos ojos. Y tres. Y cuatro. Y al final termina leyendo lo que tú estás intentando leer en la "intimidad", hasta que llega un momento en que la mujer te dice: "¿esto es lo del Grey que todo el mundo habla?" Y claro, te dan ganas de mandarla a la mierda por dos cosas: por cotilla y por mentirosa, porque, a día de hoy, hasta mi abuela, la del pueblo, sabe quién es Christian Grey. "No, señora, es otra novela." "Sí, pero bien que es de SEXO también, ¿eh?" (codazo incluido). 

Aún doy gracias por que mi médico justo saliese a nombrarme y así pude dejarla con la palabra en la boca, porque, a ver, qué coño le respondes a esa mujer que te está llamando no menos que guarrilla, cuando era ella la que estaba cotilleando MI libro y poniéndose tontorrona.

Y lo segundo es porque... Mi súper novela ya está más que avanzada y, claro, tenía que llegar este momento, tarde o temprano (y mirad que lo he postergado). ¿Cuál? Os preguntaréis. Pues la escena de sexo, ¡qué iba a ser, si no! Pues eso, que aquellos que me conocéis sabéis que soy una persona sin pelos en la lengua, que suelo hablar de todo abiertamente, pero escribirlo ya es otro cantar. Y más cuando no se trata de sexo, sino de amor. En serio, no sabéis cuán difícil es tragarse a la Samantha Jones que tengo dentro y dejar aflorar a una Charlotte que muere por el romanticismo. Porque, amigos, el romanticismo no es que sea precisamente una característica de mi persona. Si a eso le sumamos que la escena en cuestión que he tenido que escribir es ficticia, pues se juntan dos cosas. ¡Ay, Dios, lo que me ha costado! Lo peor de todo es que según me salía una nueva palabra, se me venía a la cabeza lo que pensaría mi madre cuando lo leyese. No, mamá, yo no hago esas cosas. Te lo prometo.

Por cierto, a este respecto sobre las novelas erótico festivas, éstas que nos molan, que parece que nos gusta que nos traten mal o algo, me hacen tener una eterna duda que ha vuelto a mi mente, leyendo hoy en la sala de espera. ¿Los escritores (escritoras) creen realmente que es morboso que el hombre le lave el pelo a la mujer? Porque, en serio, me parece lo más patético que he visto en mucho tiempo. Desde que ya lo vi en un capítulo de 'Sexo en Nueva York', cuando le lavaban el pelo a Miranda (sí, la única no agraciada del grupo), pasando por (otra vez) 'Cincuenta sombras de Grey' o ahora con la novela ésta que ha caído en mis manos, me parece horribilis, de verdad. Pero, no sé, ¿qué pensáis vosotros? ¿Soy el único ser viviente en este planeta que piensa que para eso están los peluqueros y el champú Herbal Essence?

En fin, me despido, porque llegarán los invitados de un momento a otro. Una tarde en la que no pararemos de comer. Y comer. Y comer. Y comer. Genial para mi no dieta. Clic.

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